En el mundo actual colgamos en la web muchísima información sobre nosotros mismos y de ello se nutre el big data que algunas organizaciones recolectan con esperanzas de poder cruzar y extraer resultados. El otro día estaba leyendo un artículo sobre cómo Facebook está haciendo esfuerzos por saber quién es tu pareja, y parece que la conclusión lógica no es la real, o sea que la correlación no es el número de contactos que se comparten, sino el número de redes. Qué interés más curioso por parte de Facebook, no?
De hecho, con los avances que ha habido en métodos de reconocimiento facial, si cogemos una cara (ya sea on-line o off-line) podemos llegar a darle un nombre (y si me apuras, un DNI) a esa persona gracias a los social media. En un par de años podríamos hacerlo con unas Google Glasses inmediatamente cada vez que conozcamos a alguien.
Pero si somos nosotros mismos los que estamos nutriendo de información al sistema, por qué nos molesta luego tanto qué se haga con esa información? Qué los anuncios sean adaptados a nosotros (o a las necesidades de nuestra pareja)? Es el difícil precio que hay que pagar por el balance entre la comodidad y la privacidad.
Llamemosle NSA, gran hermano, departamento de marketing o de personal; lo único que podemos hacer es ser conscientes de dónde estamos y a dónde vamos, y de la perdida de privacidad que este universo conlleva. No es que tengamos algo que esconder, pero siempre hay situaciones donde no queremos que aparezca cierta información que colgamos en Facebook, por ejemplo de la boda del primo del vecino 😉
More info in: New York Times Letting Down Our Guard With Web Privacy