Hace un año se publicó una curiosa noticia que he mantenido desde entonces en mi mente, sobre una mujer cuyo Fitbit demostró la inconsistencia de su historia, no sé cómo terminó la historia si este tipo de prueba fue suficiente o no para la justicia americana. Pero lo que está claro es que el IoT está cambiando muchos aspectos de nuestra vida, incluso la justicia.
Estamos rodeados de weareables y gadgets conectados, y nuestra privacidad puede verse comprometida, como es el caso de otra mujer (esperemos que sea otra…) que ha demandado a la empresa de su vibrador por recoger datos sobre su uso. La app del teléfono se parea con el vibrador y permite configurar ritmos y músicas de funcionamiento, y luego envía estos datos recogidos a su servidor en Canadá. El caso está en manos de la justicia de Estados Unidos, cuál será la sentencia?
PD. Por cierto, tengo un Fitbit nuevo, con muchas más prestaciones y ritmos 😉